Traductores e intérpretes que no contrataría nunca más – parte 2

Tras gestionar muchos proyectos en los últimos años, he ido acumulando unas cuantas anécdotas que creo merece la pena compartir. En la entrada anterior ya hablamos de los traductores e intérpretes que nunca contrataría. En ésta, en cambio, quiero hablarte de los que sí consiguieron una primera oportunidad o incluso varias, pero que no contraría nunca más.

Los que me quieren cobrar el doble que a otras agencias

El mundo es un pañuelo, sobre todo el de los traductores e intérpretes: la mayoría nos conocemos y se acaban sabiendo las tarifas que cobramos, sobre todo si son bajas.

Dicho esto, un día asigné un encargo de interpretación a un compañero, con el cual solía trabajar para traducciones. La media jornada inicial se convirtió la tarde anterior en una completa.

Imagen relacionadaDe los 300 € que me había presupuestado para la media jornada, pretendió cobrarme 700 € para la completa, aunque sé perfectamente que acepta tarifas de 350 € para completas para otras agencias y que ni los honorarios para clientes directos recomendados por las asociaciones de interpretación de conferencias son tan altos en España (aprox. 550 €). Nunca regateo las tarifas y si de verdad a todo el mundo hubiese cobrado ese importe, me habría parecido del todo lícito. Ahora bien, pedir el doble que a otros intermediarios a pesar de ofrecerle condiciones de trabajo mucho mejores (toda la documentación a tiempo para las interpretaciones, buenos plazos para las traducciones, pago inmediato en vez de a 60 días, etc.) no me parece muy correcto.

Consejo: deberías proponer tarifas uniformes, o al menos similares, a todos los intermediarios. Si encima son dignas, mejor para todos.

Los que quieren cambiar la tarifa a mitad del proyecto

Una colaboradora muy válida, pero recién llegada al mundo de los autónomos, hizo algo que ningún intermediario vería con buen ojo. Le envié el archivo que tenía que traducir para que me indicara su tarifa y el plazo de entrega que considerara apropiados y acepté sus condiciones. Hasta aquí todo bien. El problema empezó cuando me comunicó a mitad del proyecto que me habría cobrado 3 céntimos más por palabra porque le resultaba más difícil de lo previsto.

giphy-32Es un comportamiento inaceptable y nada profesional, considerando que propuso ella misma la tarifa inicial y que tuvo todo el tiempo del mundo para mirar el texto. Sin embargo, como esa semana estaba fuera por una serie de interpretaciones y no conocía a muchos traductores de esa combinación y con esa especialidad (poco común), acepté dejándole muy claro lo incorrecto que me pareció y que implicaba pagarle la diferencia de mi bolsillo.

Todos nos hemos equivocado alguna vez a la hora de presupuestar un servicio (p. ej. no notamos que hay imágenes con texto incrustado; se nos olvida un archivo en el recuento final; apuntamos mal el importe total; el texto nos lleva más trabajo del que pensábamos por la dificultad, etc.). En mi caso, siempre asumo las consecuencias de mi error, sin ni siquiera mencionárselo al cliente. La profesionalidad también se demuestra en esos detalles, no solo a la hora de decir lo buenos que somos en nuestra web.

Consejo: evalúa bien un proyecto antes de aceptarlo. Si eres una persona profesional y de palabra, tienes cumplir con lo pactado, pase lo que pase. 

Los «empáticos»

Incluso para encargos muy especializados y con pares lingüísticos poco comunes, nadie es imprescindible en este mundo (yo la primera, por supuesto). Valoro muchísimo a mis colaboradores, velo por la calidad y por buenas condiciones de trabajo y siempre procuro que la relación sea amena tanto con ellos como con mis clientes.

Resultado de imagen de i must be a robot gifHace poco, tuve una experiencia bastante desagradable y poco afortunada tanto con el traductor como la revisora de un proyecto muy especializado de alemán > inglés. Tuve que escoger a los mejores perfiles entre los pocos que habían hecho una buena prueba de traducción.

Desafortunadamente, la comunicación fue pésima con ambos, por su forma de ser más que nada, pero la revisora ganó sin duda: en unos 25 correos que me envió, no escribió ni una vez mi nombre ni cualquier variante de “Hi/Good morning/How are you?/Thanks/Have a nice day/Regards”.

Aquí van ejemplos de cuatro correos distintos:

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Está claro que no todos los correos tienen que ser poemas y que no pasa nada por contestar tan solo un “Ok” de vez en cuando si vas de prisa. Aun así, creo que todos tenemos un segundo para escribir “Hi” y “Thanks” al menos una vez en 25 correos, ¿no?

Consejo: por muy bueno que seas en tu trabajo, nunca olvides ser majo y amable. Nadie quiere trabajar con una persona desagradable. A veces cuenta más el trato que la calidad del trabajo en sí para que una colaboración sea estable. Todos cometemos errores y, si la relación con el cliente no es buena, le costará más darnos otra oportunidad. 

Los que no son puntuales

Cuando gestiono proyectos de traducción, siempre guardo un buen margen para los imprevistos. Aun así, está claro que un traductor que entregue fuera de plazo sin haberme avisado antes y sin tener una buena razón, no es probable que se convierta en un colaborador fijo.

En cambio, cuando se trata de una interpretación, no hay márgenes que puedan solucionar que un intérprete llegue tarde. Es imperdonable y para nada profesional. De hecho, hay una regla no escrita según la cual siempre hay que llegar al menos con media hora de antelación. Luego, hay casos patológicos como el mío, donde incluso en interpretaciones en Alicante, llego con una hora de antelación, ¡o incluso dos!

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El año pasado, un intérprete llegó 15 minutos tardes al encuentro pactado con mi cliente, aunque le había recordado que llegase con tiempo. A la hora prevista, el cliente empieza a llamarme y yo no conseguía localizar al compañero (¡pánico más total!). Cuando finalmente llega, usa la típica excusa del tráfico, como si no existiera para todos, sin ni siquiera disculparse conmigo.

Como si no fuera bastante, el servicio duró 10 minutos más de lo previsto y me cobró la jornada completa en vez de la media jornada. Le pagué enseguida el servicio tal y como me lo facturó, sin ningún comentario, mientras que al cliente le apliqué un descuento para disculparme por lo que había pasado.

Consejo: sé siempre puntual y si no tienes algo de sentido común, te recomiendo solucionarlo cuanto antes.

Los que me causaron taquicardia y una erupción cutánea por el estrés

En noviembre gestioné un proyecto técnico muy urgente del español al inglés y al portugués brasileño. Como los documentos no estaban aún finalizados, las 16.000 palabras inicialmente previstas se convirtieron en 39.000, sin que variara la fecha de entrega. Empezamos el jueves y se tenía que entregar todo el martes siguiente. Además, en cuanto un texto estuviera listo había que entregarlo para que los diseñadores del cliente pudiesen maquetar todo. En otras palabras, unas condiciones poco ideales, pero el cliente estaba avisado de los riesgos.

Resultado de imagen de stressed gifAunque no hubo ningún problema con el equipo de inglés, el portugués brasileño fue una pesadilla. Al aumentar tanto el volumen, tuve que asignar la segunda parte al segundo mejor candidato. Los dos traductores tenían un perfil impresionante y muy especializado.

Sin embargo, el nuevo traductor decidió que, en vez de seguir mis instrucciones y entregar enseguida cada texto traducido, lo mejor era desaparecer un día entero sin contestar a mis correos y llamadas y luego no parar de indicarme plazos en los que prometía entregarme cada archivo, pero que nunca cumplió.

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Cuando un PM te envíe un correo así significa “pánico más total”. Por lo tanto, si no ha caído un meteorito o ha fallecido alguien, mejor dedícate a otra cosa.

Al ser precavida, tuve margen suficiente para solucionar todo, pero el estrés no faltó: el día antes de la entrega me quedé despierta hasta las 5 de la mañana. Si las ojeras me recordaron a ese estupendo traductor unos días, la erupción cutánea que me causó la experiencia hizo que fuera inolvidable.

Consejo: contesta de forma rápida a un PM, sobre todo cuando se trata de proyectos tan urgentes donde hay mucho en juego. 

¡Menos mal que la mayoría de mis colaboradores de confianza son maravillosos y nunca dan problemas y que éstos son solo casos muy esporádicos!

¿Y tú? ¿Tienes algún anécdota divertida que contar? ¡No dudes en compartirla! 🙂

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