Tarifas: el autónomo que se convierte en agencia mala

Últimamente me pasa cada vez más de recibir ofertas de traductores autónomos interesados en subcontratarme alguna traducción y, cada vez más, me veo obligada a rechazarlas por la tarifa ridícula que proponen. Al reflexionar sobre el asunto, creo que estas ofertas dicen mucho sobre la hipocresía del sector y aquí van un par de observaciones personales al respecto.

Cuando nos juntamos en algún sarao traductoril o virtualmente por las redes sociales, los traductores no paramos de quejarnos de las malas agencias, de las bajas tarifas que te ofrecen (cuando lo correcto sería que te preguntaran ante todo cuáles son las tuyas en vez de imponértelas), de que solo miran el presupuesto sin velar por la calidad a la hora de asignar el encargo y de que haya traductores tan desesperados como para aceptarlas. En otras palabras, lo típico.

Ahora bien, lo que me sorprende (o al menos me sorprendía al principio) es que justo esos traductores, nada más tener la ocasión de gestionar un proyecto multilingüe o subcontratar una traducción que no puedan hacer, se conviertan en un abrir y cerrar de ojos en la típica mala agencia de la que tanto se quejan con el resto del gremio.

Está clara la lógica que hay detrás: se quiere ofrecer un “precio competitivo” al cliente final y tú, traductor o agencia, quieres cobrar una comisión como intermediario y, por supuesto, cuanto más alta, mejor. Y, aunque aumente el número de personas involucradas en el encargo, el precio no puede cambiar por tratarse de un cliente fijo, al que no se puede subir de repente la tarifa.

cacahuetesQue nos guste o no, estamos en un mercado libre en el que cada traductor elige su tarifa, porque así tiene que ser, y para gustos los colores… En mi humilde opinión, si no se quiere ser hipócrita, ante una tarifa para clientes directos “limitada” (a.k.a. cacahuetes), que no da para subcontratar a otro traductor a una tarifa decente y quedarse con un margen, quizás habría que olvidarse de la comisión o rechazar el trabajo porque no sale rentable. De esta forma, el autónomo no se convertirá en otra mala agencia que, tan amablemente, ofrece encargos de traducciones especializadas a 0,04 € la palabra. O quizás sería mejor tener tarifas más altas desde el principio, para no verte en apuros y evitar debates éticos en estos casos.

Sin embargo, es cierto que en el mundo de la traducción, como en la vida, no es todo blanco o negro. Existe el gris. Hay que llegar a fin de mes, mantener una familia, y quizás no tengas ningún proyecto entre manos en ese momento. En otras palabras, no siempre se está en la condición de rechazar trabajo, aunque te paguen cacahuetes. Lo que digo, por muy obvio que pueda sonar, es de acordarse de todas nuestras quejas cuando estemos en la “posición de poder” de subcontratar.

Este dilema ético lo experimenté en primera persona en unos proyectos que me pidieron coordinar. Aunque está claro que cuanto más bajo el presupuesto que le ofrezcas al cliente, más alta la posibilidad de que lo acepte y que si impones tarifas bajas a quien subcontratas, más margen te puedes llevar, personalmente no estuve dispuesta a seguir esa lógica, sino que quise velar por la calidad. ¿Cómo? Pedí a unos compañeros sus tarifas, sin imponérselas. En concreto, en cada combinación, opté por el “mejor”, es decir, alguien que conozco y que sé que trabaja bien, sin fijarme exclusivamente en la tarifa como se suele hacer. En el caso de aquellas combinaciones para las que no conocía a nadie de confianza, solicité currículum y tarifas de los interesados a través de recomendaciones. En todos los casos, me decanté por traductores con tarifas altas y con un perfil mucho más profesional que los demás. De hecho, descarté automáticamente a algunos candidatos que me propusieron, de forma totalmente espontánea, tarifas irrisorias… (la tarifa ya hablaba por ellos).

Aun así, detalle muy importante: contesté a todos, incluso a los “comedores profesionales de cacahuetes”. ¿Por qué? Porque personalmente me molesta bastante que haya agencias que ni siquiera te contesten después de haber perdido media hora de tu tiempo escribiéndoles. Se llama respeto y si no eres una multinacional que recibe miles de correos cada segundo, no tienes excusas.

En general, cuando sé que el cliente tiene un presupuesto limitado y yo no puedo ayudarle, siempre le pongo en contacto con un compañero de confianza sin cobrar ningún tipo de comisión. Además, por lo que he aprendido hasta ahora, el favor a la larga es mucho más rentable.

 ¿Tú qué opinas? ¡Muchas gracias por adelantado por tu comentario y que empiece genial la semana!

Alessandra

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